Carballo festejó los 40 años de su iglesia con una ceremonia sencilla

por parroquiacarballo

La parroquia de Carballo celebró ayer los 40 años de la inauguración de la iglesia de San Xoán Bautista, coincidiendo con el Sacramento, la procesión más llamativa: solemne, emotiva, colorida, donde mandan los pétalos, ya en el suelo, a modo de alfombras floridas (especialmente en los tres altares urbanos), ya en el aire, esparcidos por devotos.

Lo de cada año, con la novedad, por lo especial de la efeméride, de que el cardenal Antonio María Rouco Varela, hasta hace poco presidente de la Conferencia Episcopal Española, fue el encargado de presidir todos los actos litúrgicos, recorriendo después las calles del centro (la comitiva completa superaba de largo la mitad de la longitud de la Valle Inclán) y participando activamente todas las ceremonias.

En la iglesia, abarrotada, mostró su alegría por «volver a verse» en un acto similar (en vacaciones ha venido varios años) tras más de dos decenios. Elogió al párroco, José García Gondar, «alma y cuerpo de lo que ha pasado» en la parroquia, que ha crecido de manera espectacular, lo mismo que el pueblo, dijo.
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Lo conocí hace 39 años, era la mitad de lo que ahora, me perdí varias veces al venir, pero no es difícil, porque es el corazón y está en el centro de Carballo y de Bergantiños. Tuvo Rouco palabras de gratitud para las autoridades, presentes en primera fila, de todos los partidos municipales, además de las fuerzas del orden. Elogió ese encuentro de la «comunidad cristiana y ciudadana», y señaló que el artífice es García Gondar, quien a finales de año cumplirá medio siglo en el sacerdocio. Recordó la creación del tempo, «novedoso y luminoso», en una época en la que las iglesias aún eran todas muy oscuras.

La procesión, desde luego multitudinaria, con un tiempo que ayudó a que lo fuese, siguió los caminos más modernos que suben por la calle Coruña y van hacia la Gran Vía, con parada en el primer altar, el de Porteiro, para admirar la alfombra que representaba el escudo de Carballo. Y bajar después por Cervantes, hasta la esquina de la fábrica de velas y los chocolates Mariño.

Su dueño, Severino Mariño, explicó que ese altar comenzó cuando tenía «catro ou cinco anos». Y ya va para los 80. Tres cuartos de siglo por tanto con parada obligada. «Daquela non había ningún máis, e algún desapareceron, como o da Casa de Chinto», señaló, justo después de que Rouco saludase de manera especial a Amalia Callejo, la viuda del doctor Mariño. El de Porteiro llegó después, y también el de A Braña, muy elaborado. A su término, devotos y asistentes aplaudieron, únicas palmas que se escucharon en el recorrido, en el que como siempre el estallido de la pólvora fue compañero sonoro habitual, lo mismo que el Himno de Galicia, o los momentos de silencio casi absoluto durante la ofrenda. Aún quedaría el recorrido final, por la Vázquez de Parga, de nuevo hacia la iglesia, como manda la tradición.

Terminaba así una jornada que también llevó a Carballo al obispo auxiliar y a unos 25 sacerdotes, que casi se podría considerar como de «portas abertas», como reza el cartel exterior de la iglesia o como describió García Gondar su papel.

Fuente: La Voz de Galicia

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