La parroquia de Carballo acogió este miércoles la quinta jornada del Jubileo con personas privadas de libertad, organizada por la Delegación de Pastoral Penitenciaria. El acto, que coincidió con la XXXVIII Semana de la Familia de la parroquia, reunió a feligreses y voluntarios, en una jornada marcada por la emoción, la reflexión y el testimonio personal.
A las 20:00 horas se celebró una eucaristía presidida por Juan González Redondo, Vicario Episcopal de Santiago y capellán del Centro Penitenciario de Teixeiro. Concelebraron junto a él, el párroco de Carballo, José García Gondar y Eduardo Puga Vila.
Durante la homilía, González Redondo subrayó la necesidad de acercar la Iglesia a quienes viven tras los muros de una prisión: “Tamén son Igrexa os que están dentro. Deus converteu a cruz, un instrumento de castigo, nun signo de amor”. El capellán destacó que la justicia humana es imperfecta y que el verdadero corazón del cristianismo radica en el perdón: “Vivimos do perdón. Sabernos queridos e perdoados por Deus é a raíz da nosa fe”.
Por su parte, Yolanda Sánchez, delegada de pastoral penitenciaria, ofreció una intervención cargada de profundidad y cercanía: “¿Por qué celebrar un jubileo en la cárcel? Porque Dios no se olvida de ninguno de sus hijos. La cárcel no debe ser un lugar de olvido, sino un espacio donde la esperanza renazca”. En su mensaje, hizo una llamada a dejar atrás los prejuicios y mirar a las personas reclusas con misericordia, reconociendo su dignidad y su derecho a una segunda oportunidad.
Uno de los momentos más impactantes del encuentro fue el testimonio público de dos personas que han vivido la experiencia de la prisión: Ionut, originario de Rumanía, y Ambra, procedente de Albania, actualmente en proceso de reintegración en el Centro de Inserción Social de A Coruña.
Ionut relató con emoción su paso por Teixeiro: “La libertad no tiene precio. Dentro, lo más importante es mantenerse ocupado con talleres y trabajo, porque si no, la mente te atrapa”. Advirtió también la falta de apoyo familiar que muchas personas padecen: “Los que no tienen apoyo, lo pasan muy mal. Algunos entran y no salen”. Pese a todo, su mensaje fue de superación: “He cometido errores, pero no quiero volver a tocar fondo. Todos necesitamos una segunda oportunidad”.
Por su parte, Ambra confesó no querer recordar su primer día en prisión: “Fue un día que me dejó mucha huella”. Ya en régimen de tercer grado, explicó cómo las pequeñas rutinas del día ayudan a sobrellevar la condena y cómo el trabajo y los talleres son clave para mantener la salud mental. “Lo que más se necesita es apoyo, ocupación y que la sociedad nos vea como personas que pueden cambiar”, dijo.
Andrea Lago, trabajadora social de Cáritas, quien acompaña a las personas en libertad o en permisos desde los pisos de acogida en A Coruña, reflexionó sobre los desafíos a los que se enfrentan las personas que han estado en prisión al reinsertarse en la sociedad. Advirtió que los estigmas sociales y los registros vinculados a los centros penitenciarios complican aspectos como el empleo y la vivienda.
Este encuentro fue un ejemplo tangible de Iglesia en salida, abierta a todos, y una llamada a la sociedad a mirar sin prejuicios a quienes buscan redimirse.
El Jubileo con personas privadas de libertad continúa siendo un puente entre los muros de la prisión y la comunidad, recordando que, como dijo González Redondo en su homilía, “Deus é amor, incluso no punto máis baixo da nosa vida”.