Hoy, en la fiesta de la Asunción de la Virgen. Miles de pueblos y de ciudades de todo el mundo estallan en un cántico de alabanza a María: ¡Nadie, como Ella, supo cumplir la voluntad de Dios!
Y, por eso mismo, columnas con su efigie en las plazas más famosas del mundo. Ermitas escondidas o catedrales que rompen con sus agujas el azul del cielo, nos hablan del esplendor y de la sencillez, de la verdad y del amor, de la alegría y de la valentía de una mujer que, con pocas palabras, pero con una gran vida, supo hechizar, enamorar y embobar al mismo Dios.
¡Felicidades, María! ¡Tu Asunción es un triunfo bien merecido!
¡Felicidades, María! ¡Tu Asunción es el premio a tanta locura de amor!
¡Felicidades, María! ¡Tu Asunción es anuncio, preludio de lo que, si nosotros cumplimos, a nosotros nos espera!
¡Felicidades, María! ¡Tu Asunción es el abrazo con el Dios Trinitario!
¡Felicidades, María! ¡Tu Asunción es la placa, la honra, el homenaje que santos y ángeles, hombres y mujeres de toda condición, consagrados y laicos- con Dios y la Iglesia a la cabeza, ofrecen y festejan!
Y es que, la que dio tanto amor –desde Nazaret, pasando por Belén, escapando a Egipto o permaneciendo al pie de la cruz- no puede perderse en un sepulcro frío o dejarse como buena siembra en el surco de la tierra. La Solemnidad de la Asunción de la Virgen es el tributo y el Misterio que, la Iglesia entera, pueblos hermanados en la misma fe católica, millones de católicos extendidos a lo ancho y largo del mundo, creen y veneran. ¡No hay nadie como Ella! ¡Tiene que estar junto a Dios! ¡Te lo mereces, María!
Gracias, Virgen María. ¿Quién eres Tú para que, en este día, seas encumbrada en las manos de los ángeles y presentada ante el mismo Dios? ¡No me respondas! ¡Sé muy bien quién eres, porque te vas y cómo te vas! ¡La esclava del mismo Dios! ¡El cielo te espera y…en el cielo nos aguardas! ¡Feliz ascenso al cielo, María del Señor!
Felicidades María en tu Asunción
Publicación anterior