Intervención de monseñor Barrio en la clausura de las Jornadas del ITC

por parroquiacarballo

Tras los esfuerzos llevados a cabo en estas XVI Jornadas de Teología por poner de relieve las diversas perspectivas de la constitución dogmática Dei Verbum en el 50 aniversario de su promulgación, permítanme que en estas palabras de clausura y a modo de recapitulación haga una breve referencia a su orientación general y a su vigente significación teológica.
Muchos veían en la convocatoria del Concilio por el papa san Juan XXIII una apertura hacia fuera de la Iglesia; otros pronosticaban más bien una continuación del Vaticano I; no faltaban los que preguntaban si esta evolución traería consigo cambios concretos para las comunidades y si conduciría a comunidades de credos diversos. Por encima de todo, la convocatoria se convirtió en un signo de esperanza y de fe que sobrepasó el ámbito eclesial. El Papa abogó por la orientación de la Iglesia que tenía como meta mostrar de forma nueva a Dios y su acción salvífica en el horizonte de un mundo devenido secular. Muchos se vieron fascinados por esta apertura. Se puso de manifiesto que el concilio no siguió los caminos acostumbrados, sino que abrió nuevas perspectivas.
Todo ello aparece de forma diáfana en la constitución Dei Verbum, la cual no está determinada por la coordinación de Escritura y Tradición, sino que se centra en la autocomunicación personal de Dios, que se revela como misericordia en los textos bíblicos y en la vida de la Iglesia. La constitución Dei Verbum centra su tarea en comunicar la palabra de Dios a los hombres de forma nueva. Teniendo fijo este horizonte de la palabra de Dios, la Iglesia tiene que proclamar siempre de forma nueva lo que significa la misericordia de Dios, que alcanza en Cristo, Verbo encarnado, Y la Palabra se hizo vida, su máxima concentración. A diferencia del carácter teocéntrico del Vaticano I, este carácter cristocéntrico aparece con profusión a lo largo de la constitución: “La verdad profunda de Dios y de la salvación del hombre, que transmite dicha revelación, resplandece en Cristo, mediador y plenitud de toda revelación” (DV 2). “Dios habló a nuestros padres en distintas ocasiones y de muchas maneras por los profetas. Ahora, en esta etapa final nos ha hablado por el Hijo (Hebr 1,1-2)” (DV 4).  “Cristo nuestro Señor, plenitud de la revelación” (DV 7).
Además del cristocentrismo, otra de las características de la Dei Verbum es el lugar que ocupa en ella la Iglesia. En la Iglesia se conserva vivo e intacto el evangelio (DV 7); la Iglesia perpetúa y transmite el tesoro recibido de los apóstoles, por su enseñanza (martiria), su vida (diaconia) y su culto (leiturgia) (DV 8); la Iglesia tiene la plenitud de la verdad de la palabra de Dios por la contemplación, el estudio y la vida (DV 8); Dios habla incesantemente con la Iglesia, esposa de Cristo, y por ella la palabra de Dios resuena en el mundo (DV 8); la Iglesia, por su magisterio, interpreta la palabra de Dios, cuya esclava es, y la guarda santamente, la expone con fidelidad y la propone infaliblemente.
En suma, la Dei Verbum expone serenamente la doctrina de la Iglesia. No se trata de anatematizar ni de hacer polémica. La constitución ha querido estudiar los puntos pacíficamente admitidos por todos, dejando libertad a los teólogos para discutir los problemas que todavía no han sido resueltos. Sus orientaciones pastorales han ido calando poco a poco en la vida de la Iglesia y, aunque siempre queda camino por recorrer, si miramos atrás, vemos que en este sentido como Iglesia hemos ido avanzando.
Convencido de que seguirán dando la respuesta de la fe a la palabra revelada por Dios, le agradezco profundamente sus aportaciones en estas XVI Jornadas de teología y les deseo que Dios por intercesión de nuestro Apóstol Santiago les conceda un feliz viaje de retorno a los suyos. ¡Muchas gracias!
+Julián Barrio Barrio
Arzobispo de Santiago de Compostela

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