Caía la tarde del sábado y charlamos frente a la iglesia. Me habló de sus proyectos para el día siguiente. Nos despedimos con la sonrisa de él en su rostro.
La muerte, agazapada. Y en la mañana del domingo, nos lo arrebató. Queda una sensación de orfandad, de rebeldía contra la muerte. Fue una flor tronchada cuando más lozana estaba, cuando todo eran presagios de eficacia y progreso en esta Unidad Pastoral de Carballo.
En su despacho, donde recibió la Unción de Enfermos, queda el mate y sus utensilios, símbolo de la patria que lo vio nacer, y un Diccionario de la Lengua Gallega, con el que Walter quería adaptarse mejor a esta su patria de adopción.
El día 8-X pasado, por su iniciativa, los sacerdotes de la Unidad Pastoral de Carballo concelebramos la Eucaristía ante la urna del Apóstol. Pedimos al santo su protección para la siembra pastoral en el curso que íbamos a comenzar. No sabíamos que el mejor grano de trigo caído en nuestra labor sería la muerte de Walter. Que dará frutos para toda la Unidad Pastoral de Carballo. El mejor de todos, una vocación sacerdotal, una ayuda de sacerdote que venga urgentemente a suplir a Walter.
Un supremo acto de caridad fue la donación de sus órganos. Alguien será portador de ese corazón lleno de ansias sacerdotales. Y quizás el beneficiario lo ignore.
Sus restos mortales descansan entre nosotros. Son muchos los bergantiñáns que han fallecido en Buenos Aires y allí han recibido cristiana sepultura. Admirable intercambio. Con el salmista pienso: “De Dios son todos los confines de la tierra y los que habitan en ella”.
Gloria, pues, a la Iglesia argentina que nos lo cedió, agradecimiento de la Iglesia compostelana, que también sabe disponer sus misioneros por toda América.
D.E.P.
Xosé Pumar Gándara