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Navidad, encuentro de la misericordia de Dios con el hombre
Queridos diocesanos:
Escribe el Papa en la Bula de convocatoria del AƱo Jubilar extraordinario de la Misericordia que āJesucristo es el rostro de la misericordia del Padre. El misterio de la fe cristiana parece encontrar su sĆntesis en esta palabra. Ella se ha vuelto viva, visible y ha alcanzado su culmen en JesĆŗs de Nazaret. El Padre, rico en misericordia (Ef 2,4) [ā¦] no ha cesado de dar a conocer en varios modos y en tantos momentos de la historia su naturaleza divina. En la plenitud del tiempo (Gal 4,4), cuando todo estaba dispuesto segĆŗn su plan de salvación, Ćl envió a su Hijo nacido de la Virgen MarĆa para revelarnos de manera definitiva su amor. Quien lo ve a Ćl ve al Padre (cfr Jn 14,9). JesĆŗs de Nazaret con su palabra, con sus gestos y con toda su persona revela la misericordia de Dios. Siempre tenemos necesidad de contemplar el misterio de la misericordia. Es fuente de alegrĆa, de serenidad y de paz. Es condición para nuestra salvación⦠Misericordia: es el acto Ćŗltimo y supremo con el cual Dios viene a nuestro encuentro. Misericordia: es la ley fundamental que habita en el corazón de cada persona cuando mira con ojos sinceros al hermano que encuentra en el camino de la vida. Misericordia: es la vĆa que une Dios y el hombre, porque abre el corazón a la esperanza de ser amados para siempre no obstante el lĆmite de nuestro pecadoā[1]. Este es el misterio que contemplamos en el nacimiento del Hijo de Dios, manifestación del amor y de la misericordia de Dios Padre con nosotros.
Adviento y preparación para la Navidad
El Adviento es tiempo de esperanza que hemos de hacer creĆble con el testimonio de la fraternidad en todas las circunstancias, y de manera especial en las difĆciles. Esta esperanza se fundamenta en el Hijo de Dios encarnado que āpuso su tienda entre nosotrosā. Ya nada podrĆ” separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo. Por eso no deben caber en nuestra vida los miedos, los pesimismos, las desconfianzas, las tibiezas y los egoĆsmos. Ā”No debemos tener miedo a ser buenos!, aunque oigamos a veces decir que si eres bueno te comen. Esta forma de pensar paraliza nuestra esperanza.
La preparación espiritual para la celebración de la Navidad nos ayudarĆ” a limpiar los ojos de nuestra alma y de nuestro corazón, confrontĆ”ndonos con la Palabra de Dios, y viviendo la conversión con la participación en el Sacramento de la Penitencia y en la EucaristĆa āen la que el Misterio se hace presente y llena de sentido y de belleza toda nuestra existenciaā. La acuciante plegaria del ciego Bartimeo se eleva a la categorĆa de oración evangĆ©lica ante la realidad del Dios con nosotros: āSeƱor, que veaā (Mc 10,51). AsĆ podemos contemplar el amor de Dios con que Cristo nos ha amado y nos pide manifestarlo a los demĆ”s a travĆ©s de la caridad. MĆ”s allĆ” de los tics sentimentaloides que se han ido adhiriendo, la fiesta de la Navidad, encuentro entre el cielo y la tierra, nos urge a vivir el gozo de sabernos amados por Dios.
Ā”Abramos de par en par la puerta de nuestro corazón al Dios con nosotros para recomponer vĆnculos familiares, laborales, sociales, polĆticos, y vivir en armonĆa con Dios, con nosotros mismos, con los otros y con todo lo creado! āDejĆ©monos sorprender por Dios. El nunca se cansa de destrabar la puerta de su corazón para repetir que nos ama y quiere compartir con nosotros su vidaā[2].
Actitud misericordiosa
Signo clarividente en esta Navidad debe ser la actitud de la misericordia en la vida familiar, en las comunidades de Vida consagrada, en el presbiterio diocesano, en las comunidades parroquiales y en el compromiso apostólico de nuestra comunidad diocesana. El consumismo no es respuesta a nuestro vacĆo espiritual. No olvidemos que hay hogares con graves problemas económicos, que muchas personas se ven afectadas por la precariedad en Ć”mbitos como laĀ viviendaĀ y laĀ salud, y que no pocos jóvenes son considerados como āgeneración hipotecadaā al no contar con la posibilidad de un empleo. Hay mucha gente que no tiene lugar en la posada de nuestra sociedad. Con todos ellos hemos de vivir la Navidad, ayudĆ”ndoles con nuestra colaboración económica y llevĆ”ndoles la Luz que brilló en BelĆ©n. El apóstol Pablo nos dice: āRevestĆos de compasión entraƱable, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos cuando alguno tenga quejas contra otro. El SeƱor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo. Y por encima de todo esto, el amor que es el vĆnculo de la bondad perfecta. Que la paz de Cristo reine en vuestro corazón: a ella habĆ©is sido convocados en un solo cuerpo. Sed tambiĆ©n agradecidosā (Col 3, 12-15). Ā”Siempre es Navidad! Ā”Feliz Navidad!
Os saluda con afecto y bendice en el SeƱor,
Queridos diocesanos:
Escribe el Papa en la Bula de convocatoria del AƱo Jubilar extraordinario de la Misericordia que āJesucristo es el rostro de la misericordia del Padre. El misterio de la fe cristiana parece encontrar su sĆntesis en esta palabra. Ella se ha vuelto viva, visible y ha alcanzado su culmen en JesĆŗs de Nazaret. El Padre, rico en misericordia (Ef 2,4) [ā¦] no ha cesado de dar a conocer en varios modos y en tantos momentos de la historia su naturaleza divina. En la plenitud del tiempo (Gal 4,4), cuando todo estaba dispuesto segĆŗn su plan de salvación, Ćl envió a su Hijo nacido de la Virgen MarĆa para revelarnos de manera definitiva su amor. Quien lo ve a Ćl ve al Padre (cfr Jn 14,9). JesĆŗs de Nazaret con su palabra, con sus gestos y con toda su persona revela la misericordia de Dios. Siempre tenemos necesidad de contemplar el misterio de la misericordia. Es fuente de alegrĆa, de serenidad y de paz. Es condición para nuestra salvación⦠Misericordia: es el acto Ćŗltimo y supremo con el cual Dios viene a nuestro encuentro. Misericordia: es la ley fundamental que habita en el corazón de cada persona cuando mira con ojos sinceros al hermano que encuentra en el camino de la vida. Misericordia: es la vĆa que une Dios y el hombre, porque abre el corazón a la esperanza de ser amados para siempre no obstante el lĆmite de nuestro pecadoā[1]. Este es el misterio que contemplamos en el nacimiento del Hijo de Dios, manifestación del amor y de la misericordia de Dios Padre con nosotros.
Adviento y preparación para la Navidad
El Adviento es tiempo de esperanza que hemos de hacer creĆble con el testimonio de la fraternidad en todas las circunstancias, y de manera especial en las difĆciles. Esta esperanza se fundamenta en el Hijo de Dios encarnado que āpuso su tienda entre nosotrosā. Ya nada podrĆ” separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo. Por eso no deben caber en nuestra vida los miedos, los pesimismos, las desconfianzas, las tibiezas y los egoĆsmos. Ā”No debemos tener miedo a ser buenos!, aunque oigamos a veces decir que si eres bueno te comen. Esta forma de pensar paraliza nuestra esperanza.
La preparación espiritual para la celebración de la Navidad nos ayudarĆ” a limpiar los ojos de nuestra alma y de nuestro corazón, confrontĆ”ndonos con la Palabra de Dios, y viviendo la conversión con la participación en el Sacramento de la Penitencia y en la EucaristĆa āen la que el Misterio se hace presente y llena de sentido y de belleza toda nuestra existenciaā. La acuciante plegaria del ciego Bartimeo se eleva a la categorĆa de oración evangĆ©lica ante la realidad del Dios con nosotros: āSeƱor, que veaā (Mc 10,51). AsĆ podemos contemplar el amor de Dios con que Cristo nos ha amado y nos pide manifestarlo a los demĆ”s a travĆ©s de la caridad. MĆ”s allĆ” de los tics sentimentaloides que se han ido adhiriendo, la fiesta de la Navidad, encuentro entre el cielo y la tierra, nos urge a vivir el gozo de sabernos amados por Dios.
Ā”Abramos de par en par la puerta de nuestro corazón al Dios con nosotros para recomponer vĆnculos familiares, laborales, sociales, polĆticos, y vivir en armonĆa con Dios, con nosotros mismos, con los otros y con todo lo creado! āDejĆ©monos sorprender por Dios. El nunca se cansa de destrabar la puerta de su corazón para repetir que nos ama y quiere compartir con nosotros su vidaā[2].
Actitud misericordiosa
Signo clarividente en esta Navidad debe ser la actitud de la misericordia en la vida familiar, en las comunidades de Vida consagrada, en el presbiterio diocesano, en las comunidades parroquiales y en el compromiso apostólico de nuestra comunidad diocesana. El consumismo no es respuesta a nuestro vacĆo espiritual. No olvidemos que hay hogares con graves problemas económicos, que muchas personas se ven afectadas por la precariedad en Ć”mbitos como laĀ viviendaĀ y laĀ salud, y que no pocos jóvenes son considerados como āgeneración hipotecadaā al no contar con la posibilidad de un empleo. Hay mucha gente que no tiene lugar en la posada de nuestra sociedad. Con todos ellos hemos de vivir la Navidad, ayudĆ”ndoles con nuestra colaboración económica y llevĆ”ndoles la Luz que brilló en BelĆ©n. El apóstol Pablo nos dice: āRevestĆos de compasión entraƱable, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos cuando alguno tenga quejas contra otro. El SeƱor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo. Y por encima de todo esto, el amor que es el vĆnculo de la bondad perfecta. Que la paz de Cristo reine en vuestro corazón: a ella habĆ©is sido convocados en un solo cuerpo. Sed tambiĆ©n agradecidosā (Col 3, 12-15). Ā”Siempre es Navidad! Ā”Feliz Navidad!
Os saluda con afecto y bendice en el SeƱor,
+ JuliƔn Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela.
