Propuestas para la visita al cementerio

por parroquiacarballo

Reza todos los días por aquellos que te han precedido en el camino de la vida. Lo que eres y, tal vez lo que tienes, se lo debes a ellos. ¿Rezas por los que te aguardan al final de tu camino?
Saborea, siempre que puedas, la paz o la calma de un camposanto. Te ayudará a relativizar el excesivo aprecio por lo superficial y, sobre todo, te educará a vivir apuntando a lo necesario. ¿Vives con sentido de trascendencia?
Trata a tus difuntos con respeto. Si incineras, guarda sus cenizas en el lugar que les corresponde: el camposanto. ¿Por qué elevamos monumentos a las mascotas y, en cambio, lanzamos sin escrúpulo alguno, en el mar o en el monte los restos de nuestros seres queridos? ¿Tal vez porque en el fondo nos estorban? ¿Tal vez porque no queremos obligaciones de llevar flores, derramar lágrimas o rezar oraciones?
No olvides que, la Misa, es sufragio –por la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo- por los fieles difuntos. Una misa, además de valor infinito, es ofrenda y es comunión, es súplica por aquellos que necesitan un último empujón para el encuentro con el Padre. ¿Encargas el “regalo” de una misa, de vez en cuando, a tus difuntos?
En el cumpleaños o en el día del fallecimiento de un familiar, la mejor forma de felicitarle es nuestra presencia en la comunidad cristiana. ¿Por qué tan poca pereza para cualquier evento y tanto freno para recordar, rezar y honrar a nuestros difuntos con una misa?
El camposanto, entre otras cosas, es ciudad de los que duermen con la esperanza de resucitar. La cruz, una imagen de María o de los Santos nos sugieren que, detrás de una losa, hay unos labios que profesaron la fe en Cristo hasta el último día. No dejemos que la secularización lo invada todo. ¿Cuidas los signos visibles de tu ser cristiano?
Recuerda la fe de tus padres. Profésala. Consérvala. No dejes que la guadaña del relativismo te robe o te corte aquellos valores que te hacen invencible, fuerte, eterno. No permitas que, los agoreros del “Dios no existe” logre convencerte de lo que, en realidad, es pasajero: el mundo y sus escaparates risueños pero caducos.
 

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