A las 10 d ela mañana, el Papa presidía en Roma la Misa de la Solemnidad de la Ascensión del Señor, en la que ha canonizado a cuatro nuevas santas: Juana Emilia De Villeneuve, María Cristina de la Inmaculada Concepción, María Alfonsina Danil Ghattas y María de Jesús Crucificado. Las dos últimas son de origen palestino.
En su homilía el Papa ha invitado a profundizar en la caridad y extender el Evangelio tal y como pide Cristo antes de su Ascensión a los Cielos:
“Los Hechos de los Apóstoles nos presentaron la Iglesia naciente en el momento en el que elije a quien Dios ha llamado a tomar el lugar de Judas en el Colegio Apostólico. No se trata de tomar un cargo sino un servicio. De hecho Matías, sobre quien la elección recayó, recibe una misión que Pedro define así: “Es necesario que alguien […] se vuelva junto con nosotros, testigo de su resurrección” – la resurrección de Cristo (Hechos 1: 21-22).
Con estas palabras él resume lo que significa ser parte de los Doce: significa ser testigo de la resurrección de Jesús. El hecho de que diga “con nosotros” hace entender que la misión de proclamar a Cristo resucitado no es una tarea individual: sino que es vivir como una comunidad, con el colegio apostólico y con la comunidad.
Los Apóstoles tuvieron la experiencia directa y maravillosa resurrección; son testigos oculares de este evento. Gracias a su testimonio creíble muchos creyeron; y de la fe en Cristo resucitado nacieron y nacen continuamente comunidades cristianas.
También nosotros, hoy basamos nuestra fe en el Señor Resucitado en el testimonio de los Apóstoles, que nos llegó por la misión de la Iglesia. Nuestra fe está sólidamente ligada a su testimonio como a una cadena ininterrumpida que se ha ampliado durante los siglos, no sólo por los sucesores de los Apóstoles, sino por generaciones y generaciones de cristianos.
A imitación de los Apóstoles, de hecho, todo discípulo de Cristo está llamado a ser testigo de su resurrección, especialmente en los ambientes humanos donde es más fuerte el olvido de Dios y la confusión humana.
Para que esto suceda, debemos permanecer en Cristo resucitado y en su amor, como hemos recordado la primera carta de Juan: “El que permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él” (1 Jn 4, , 16). Jesús lo repitió en diversas ocasiones a sus seguidores: “Permaneced en mí … Permaneced en mi amor” (Jn 15: 4,9).
Este es el secreto de los santos: permanecer en Cristo, unidos a Él como el sarmiento a la vid, para dar mucho fruto (cf. Jn 15, 1-8). Y este fruto no es otro que el amor. Este amor brilla en el testimonio de la hermana Jeanne Emilie de Villeneuve, quien dedicó su vida a Dios ya los pobres, los enfermos, los presos, explotados, convirtiéndose para ellos y para todos signo concreto del amor misericordioso del Señor.
La relación con Jesús resucitado es la “atmósfera” en la cual vive el cristiano y en la que se encuentra la fuerza para permanecer fiel al Evangelio, incluso en medio de obstáculos e incomprensiones.
“Los Hechos de los Apóstoles nos presentaron la Iglesia naciente en el momento en el que elije a quien Dios ha llamado a tomar el lugar de Judas en el Colegio Apostólico. No se trata de tomar un cargo sino un servicio. De hecho Matías, sobre quien la elección recayó, recibe una misión que Pedro define así: “Es necesario que alguien […] se vuelva junto con nosotros, testigo de su resurrección” – la resurrección de Cristo (Hechos 1: 21-22).
Con estas palabras él resume lo que significa ser parte de los Doce: significa ser testigo de la resurrección de Jesús. El hecho de que diga “con nosotros” hace entender que la misión de proclamar a Cristo resucitado no es una tarea individual: sino que es vivir como una comunidad, con el colegio apostólico y con la comunidad.
Los Apóstoles tuvieron la experiencia directa y maravillosa resurrección; son testigos oculares de este evento. Gracias a su testimonio creíble muchos creyeron; y de la fe en Cristo resucitado nacieron y nacen continuamente comunidades cristianas.
También nosotros, hoy basamos nuestra fe en el Señor Resucitado en el testimonio de los Apóstoles, que nos llegó por la misión de la Iglesia. Nuestra fe está sólidamente ligada a su testimonio como a una cadena ininterrumpida que se ha ampliado durante los siglos, no sólo por los sucesores de los Apóstoles, sino por generaciones y generaciones de cristianos.
A imitación de los Apóstoles, de hecho, todo discípulo de Cristo está llamado a ser testigo de su resurrección, especialmente en los ambientes humanos donde es más fuerte el olvido de Dios y la confusión humana.
Para que esto suceda, debemos permanecer en Cristo resucitado y en su amor, como hemos recordado la primera carta de Juan: “El que permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él” (1 Jn 4, , 16). Jesús lo repitió en diversas ocasiones a sus seguidores: “Permaneced en mí … Permaneced en mi amor” (Jn 15: 4,9).
Este es el secreto de los santos: permanecer en Cristo, unidos a Él como el sarmiento a la vid, para dar mucho fruto (cf. Jn 15, 1-8). Y este fruto no es otro que el amor. Este amor brilla en el testimonio de la hermana Jeanne Emilie de Villeneuve, quien dedicó su vida a Dios ya los pobres, los enfermos, los presos, explotados, convirtiéndose para ellos y para todos signo concreto del amor misericordioso del Señor.
La relación con Jesús resucitado es la “atmósfera” en la cual vive el cristiano y en la que se encuentra la fuerza para permanecer fiel al Evangelio, incluso en medio de obstáculos e incomprensiones.