Sentimos un gran desconsuelo puesto que D. Julián Barrio, en sus 30 años de servicio episcopal en nuestra diócesis, cumplió excelentemente en todo lo que de él, como pastor, podía esperarse.
- Julián vino a Santiago con sus doctorados en ciencias eclesiásticas y civiles que le capacitaban para ejercer un extraordinario magisterio. Efectivamente, en el B.O.A.S., así como sus obras editadas por el I.T.C., las revistas Compostela y de Cáritas, y conferencias que impartió en Europa y América, le acreditaron como celoso evangelizador y gran conocedor del hecho jacobeo. Cuando cita un texto bíblico, con el que va enhebrando su discurso, la Sagrada Escritura toma un nuevo y profundo vigor.
Después del cardenal Martín de Herrera fue el prelado de mayor presencia entre nosotros. Los Años Santos fueron la mejor ocasión para compulsar el celo pastoral del prelado compostelano. Su condición de políglota nos recordaba al Códice Calixtino cuando habla de las múltiples lenguas europeas que resonaban en la Catedral.
Tuvo sus momentos angustiosos. Ya lo declaró él en varias ocasiones. Pasará a la historia como el prelado de la restauración de la Catedral y la residencia episcopal. Lleva consigo las mejores distinciones de Galicia y de Compostela, otorgadas por nuestras autoridades civiles.
Se retira a una vivienda allá en su tierra natal. Merecido descanso, pero estamos seguros de que seguirá ejerciendo su servicio sacerdotal permanentemente en la forma que pueda ser.
Nos viene a la memoria la frase de la liturgia: “He aquí un magno sacerdote que en sus días agradó a Dios, por eso le hizo grande en medio de su pueblo”.
Nos rendimos ante la persona y obra de D. Julián. Agradecemos a Dios este don que Él otorgó a Compostela. Ejemplo para venideros y presentes.