Recuerdo aquella canción cuyo estribillo decía: “Como el grano de trigo, que al morir da mil frutos, resucitó el Señor. Como el ramo de olivo que venció a la inclemencia, resucitó el Señor. Como el Sol que se esconde y revive en el alba, resucitó el Señor. Como pena que muere y se vuelve alegría… El amor vence al odio y la paz a la guerra… La luz vence las sombras y el sencillo al soberbio… resucitó el Señor”
(La melodía va ascendiendo en tres niveles e interrumpiéndose. Siguen las estrofas, que no aportamos aquí.)
Con esas poéticas comparaciones de nuestra vida real, podemos vislumbrar lo que es profundo misterio tantas veces anunciado por Cristo y, por ello, predicado luego como fundamental por los Apóstoles y la Iglesia. Supera el Señor los límites de tiempo y espacio, en una vida superior, transformada.
Junto a este triunfo de Cristo sobre la muerte, va el de nuestra propia resurrección, que hemos de vivir ya ahora en esperanza y con un cambio en nuestra vida, alejándonos del pecado y vivir en gracia de Dios.
Con el gozo pascual añadamos una breve consideración sobre la palabra típica de este tiempo: Aleluia.
Es una voz de origen bíblico pero incorporada al latín de la liturgia y así a las lenguas romances.
“Alelu” es un imperativo, significa: “Alabad”, “ia” es el apócope de Iaveh, el Ser que existe por antonomasia, es decir, Dios. En resumen quiere decir: “Alabad a Dios”. Es una palabra bandera para tiempo de alegría. Como también la palabra “Gloria a Dios”. Es la pedagogía de la liturgia católica.
Alguna voz hubo, fuera de la Iglesia, acusándola del uso restrictivo del Aleluia porque ello significaba (entendían los acusadores) que así se dejaba de alabar a Dios…
En la lengua griega tenemos laós, que significa alabanza, alegría. En latín: Laetitia. En castellano, alegría. En gallego: la, la, la. Ai, la, le,lo… de nuestro canto popular. Resulta pues, que la letra L, consonante líquida, tiene aptitud especial para expresar los momentos plácidos entre los humanos.
No nos sorprenda esto, porque la historia comparada de las lenguas demuestra que existen grupos consonánticos para expresar ideas elementales en la percepción humana, Como son: monte, valle, dureza. Así lo descubren los expertos que van reconstituyendo una lengua original, una hipótesis, que llaman indoeuropea.
¡Aleluia! ¡Resucitó el Señor!