De la Semana Santa

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Cuando la primavera asoma ya sus inicios, despuntan las flores y reverdecen los campos… entendemos que pasó el invierno crudo, oscuro y frío. Nos animan los días templados.

La crucifixión del Señor, a la que tan asociada está nuestra madre María Santísima, es ese invierno de dolores físicos y morales, llagas y desprecios que padeció Jesús y repercutieron en su madre, Nuestra Señora de los Dolores.

María es muy fiel, que muestra su fortaleza en todo momento, siguiendo a Jesús hasta el mismo Calvario.

La cofradía de la Virgen de los Dolores, tan tradicional y reconocida en Carballo, quiere para sus devotos cofrades y para todos los cristianos de Bergantiños, esas virtudes de la fidelidad, constancia y fortaleza en la Fe.

Los tiempos traen vientos de indiferencia, pasividad ante el mensaje del Evangelio. Ocasión propicia para el testimonio que hemos de ofrecer viviendo los valores que Nuestro Señor predicó y que, ya que afeaba la conducta de los hipócritas de su tiempo, y por ello fue llevado a la Cruz.

En nuestras vidas familiares y personales, también hay inviernos, tiempos o días difíciles. Es la hora de acudir al ejemplo de María y de Jesús. Con la oración, el diálogo, la caridad, en suma. Y, en todo caso, puede ser la hora de nuestra pasión, de la cruz. María acudirá a nuestra llamada y necesidad.

Y así va transcurriendo nuestra vida en este Valle de Lágrimas, que, al fin, ha de eclosionar en una primavera llena de luz, diáfana, para convivir eternamente en la compañía de Jesús y de María. Convocados estamos todos, y el corazón nos dice que estos amores que Dios plantó en nuestros corazones, serán vivencia eterna, feliz, que compartiremos con cuantos echamos de menos aquí pero que allá nos esperan.

María hoy nos acompaña en este Calvario de la pandemia universal. María anima nuestra esperanza para ver superada esta crisis que nos aflige. ¡Santa María, ayúdanos! Amén.

 

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