Esta devoción, tan arraigada en Carballo, demana directamente del Evangelio, es decir, de la vida de Jesucristo. Siguiendo un concepto que los estudiosos de la Sagrada Teología entienden, podemos calificar la devoción a la Virgen de los Dolores, como “de derecho divino”. Es decir, no nace en el tiempo, en la vida de la Iglesia, por sugerencia de ésta o aquella alma santa. No fue así. Porque el dolor de María va en su misma condición de Madre del Redentor y madre nuestra. Por ello, María es mediadora, corredentora. Los dolores de María, desde la circuncisión del Niño, pasando por la profecía de Simeón, hasta la Soledad tras el Calvario, constan todos en el texto sagrado. Meditar sobre los dolores de María es lo mismo que hacerlo sobre la vida de su Hijo.
No tenemos muchas palabras de Nuestra Señora conservadas en el Evangelio, pero su actitud, su entrega a la misión que Dios le encomendó y ella asumió íntegramente, demuestran que cumplió como verdadera esclava de la voluntad de Dios.
Asemejarse a María Dolorosa es hacerlo al mismo Cristo.
= A Nuestra Señora de los Dolores =
Resonó una voz en mi interior
interpreto que es la Virgen Dolorosa
que con dulce ternura y amor
embellece mi alma y de paz rebosa
Santa María alejó de mí el temor,
sin duda, fue la Virgen llorosa
ella, que con su cariño y su calor
abre su regazo y mi ser reposa
Abandonaré mi vida de antaño
me propongo una plena renovación
de sus lágrimas quisiera ser paño.
Experimentaré total sanación
no sufrirá mi alma más daño
¡la Dolorosa fue mi liberación!