En las tres ediciones del Misal Romano aparecidas después del Vaticano II y, por tanto, también en la Liturgia de las Horas, veo una frase que me parece confusa. Está en la oración de la Misa del día 14 de agosto, víspera de la Asunción, leo allí: Porque te has complacido, Señor, en la humildad de tu sierva, la Virgen María, has querido elevarla a la dignidad de Madre de tu Hijo, y la has coronado en este día de gloria y esplendor… (Algo semejante en la 3ª edición, lo cual demuestra que la confusión nace de la edición típica, original, en latín, y pasará así a todas las traducciones).
Por lo leído, primero fue la humildad de María, virtud que, observada por Dios, hizo que se la eligiese para Madre de Cristo.
Retomando el lenguaje clásico de los teólogos, aquí se confunden, pienso, el orden intencional y el ejecutivo.
En realidad, primero fue el decreto de la Encarnación, consiguientemente, la elección de una madre, María, que, en el tiempo, sería Madre del Encarnado, Llena de Gracia, en virtud de los méritos previstos de Cristo Redentor.
Luego, en el tiempo, sí, María correspondió totalmente, c on su entrega y libertad, a lo que Dios esperaba de ella.
Teníamos confianza en que esa oración fuese corregida en la nueva edición del Misal. Bastaría con suprimir has querido elevarla a la dignidad de Madre de tu Hijo, y todo quedaría ya dentro del orden histórico de la obra redentora: María, sus virtudes y su Asunción.
Para comprobarlo, veamos la oración del día de la Inmaculada (8-XII). Aquí se copia literalmente la definición dogmática por Pío IX. Leemos: Oh Dios, que por la Concepción Inmaculada de la Virgen María, preparaste a tu Hijo una digna morada, y en previsión de la muerte de tu Hijo la preservaste de todo pecado…
Perfectamente ordenados aquí los signos de los tiempos teológicos.
Tenemos la impresión de que la redacción del 14 de agosto fue hecha por algún teólogo molinista. Y lo que vamos diciendo, agradaría a un tomista. No entramos en discusiones de célebres escuelas teológicas.
Nos gusta, sí, la opinión de aquellos que afirman que María Santísima no existiría históricamente si no fuese porque Dios la creó para ser Madre del Señor. De ahí su exclusiva singularidad.
Es una opinión venerable. Como aquella otra que defiende para María una redención exentiva. Y que en ella se complació Dios, ya en su Concepción, más que en todos los ángeles y santos.