Llega la hora de rendir cuenta
la llamada del Señor está a la puerta,
espero con humildad y emoción
con amor, esperanza y devoción,
el encuentro tantos años suspirado
la dicha por haber luchado y confiado.
Cuánto tiempo perdido, Señor,
víctima fui del mal y del error,
ahora en mis ojos aflora el llanto
por no haberte seguido tanto
cuanto Tú me has llamado
y tantas veces confortado,
pero fui duro y perverso
como el peor del universo.
Acógeme, Dios, vengo de luchar
bravas ondas del fiero mar
intentaron, traidoras, hundirme
muy lejos, sí, de tierra firme.
Pero hoy, náufrago que fui,
a tus plantas confiado vengo,
si antes, extraviado, no acudí,
retorno, con todo lo que tengo
para estar siempre junto a Ti.
Y hallaré, al fin, la paz
que no dan las mundanas cosas
ni las más hermosas rosas,
sólo tu Presencia es Felicidad.