Por un buen castellano

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La producción de cantos para nuestra liturgia es muy amplia. Tanto en gallego como en castellano. Si tuviésemos que destacar nombres habría que recordar la producción del P. Feijoo, franciscano, de Ourense. Justamente tiene en Carballo una calle dedicada y de su orfeón Terra A Nosa vinieron voces muy cultivadas para Carballo.

Otro nombre sobresaliente es el de Cesáreo Gabarain, vasco. Finado ya, como el mentado P. Feijoo.

A veces nos precipitamos en lanzar cantos para el pueblo y no se piensa suficientemente en la calidad de la letra. Hay un espíritu transgresor en muchos hablantes castellanos, y también nuestro gallego se ve afectado por castellanismos.

Ponemos unos ejemplos:

Te tropezamos, Señor” Tropezar es un verbo intransitivo. Puede corregirse fácilmente la frase poniéndola en reflexivo: “Nos tropezamos, Señor

El canto “Madre, óyeme”, en su versión original incluye unos compases en los que se expresa la alegría del devoto diciendo el “la, la, la”, tan popular en gallego y en castellano. Pues bien, a alguien le pareció impropio ese “la – la” y puso letra en su lugar. La letra es un ripio manifiesto. Debe corregirse. Por ejemplo: “Nunca permitas, oh Madre, que me separe de ti / En la vida y en la muerte permanece junto a mi”. Así evitamos decir “tenme junto a Ti”, (que produciría el ripio).

Otra letra que parece ofensiva, por insuficiente y comparativa (siempre odiosa la comparación), dice que “Jesús es más que un mito para mí”. Hay tanto mito falso, pasajero… Reconozcamos que el poeta no estuvo afortunado. Bastaría decir: “Jesús lo es todo para mí”. Y queda todo apostado a la música en los tres casos que hemos enumerado.

 

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