Junto a la Virgen Milagrosa en Carballo

por parroquiacarballo

Cautivados por la sonora música del agua fresca de la fuente, nos sentimos transportados a sublimes consideraciones. Miramos a María y vemos su túnica dorada por el Sol y su manto que los mares tiñeron de azul.

El astro del día, en su curso, parece detenerse extasiado, sobre el santuario de la Virgen Milagrosa.

Acudimos al crucero y vivimos la Pasión del Señor en Getsemaní. Cristo está orando entre los olivos testigos de su tristeza y de su llanto.

María tiene que confortarnos como los ángeles allí consolaron a Jesús. Ella mira a nuestros ojos, nublados por la emoción. Nuestras entrañas experimentan el dolor por pasados descarríos. La benéfica mano de María se posa sobre nuestra frente.

Y seguimos nuestro rumbo, seguros de la ayuda milagrosa de Nuestra Señora. Las gracias que se desprenden de sus manos generosas, abiertas como para abrazarnos, iluminarán nuestro camino, dan aliento a nuestro corazón.

Sabemos que aquí, junto a ella, tenemos un hogar que acoge, libera, sana nuestras heridas y renueva nuestros ánimos. Bendita sea María, la mujer más santa y la madre más buena de toda la creación.

En la noche, la luna y su cortejo de estrellas custodian el santuario. Todos cuantos pasan ante la casa de la Virgen Milagrosa se llevan su bendición. Todos, incluido alguno que quizás pasó distraído y no se apercibió del lugar por donde transitaba.

La música de las aguas de la fuente, que suena día y noche, nos lleva a pensar en lo transitorio de la vida y lo permanente de la eternidad.

María Milagrosa llena el amplio espacio resultante de la confluencia de varias direcciones.

Cada cual tiene su vocación, pero María protege todas las vidas, proyectos. Y, en la hora del dolor, también estará a nuestro lado.

 

 

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